jueves, 9 de abril de 2015

Análisis/Ensayo Los siete samuráis (1954, Akira Kurosawa).

Los siete samuráis (1954, Akira Kurosawa).

Breve sinopsis del argumento:




“Japón, siglo XVI. Una aldea de campesinos indefensos es repentinamente atacada y saqueada por una banda de forajidos. Aconsejados por el anciano del pueblo, acuden a la ciudad con el objetivo de contratar a un grupo de mercenarios que asegure su protección. A pesar de que el único salario es comida y techo, varios samuráis se van incorporando al singular grupo de siete que finalmente se dirige a la aldea para protegerla.”

Esta obra fue increíblemente conocida durante la época de su estreno. Se convirtió en un auténtico éxito de taquilla en Japón y, a pesar de sus los costosos gastos de producción y del largo tiempo que requirió el rodaje completo (cerca de un año aproximadamente), la película logró recaudar holgadamente todo el dinero y generó una gran cantidad de beneficios. Además, fue un film  muy bien recibido por la crítica. Llegó a obtener la tercera posición en el palmarés del Kinema Junpo de aquel año (Prestigiosa revista de cine nipón). En cualquier caso, el film se ha afianzado como una de las obras maestras fundamentales de la filmografía de Akira Kurosawa.

En cuanta a la trama, podemos apreciar que no se trata de una historia especialmente rebuscada, sino de todo lo contrario, bastante sencilla. Y que a priori no justifica los más de doscientos minutos que componen la obra. Kurosawa no se preocupó de crear tan solo un simple Jidaigeki (drama de época), o lo que es lo mismo, un gran espectáculo lleno de acción, aventuras y batallas. El cineasta mostró un especial interés por la construcción de una serie de personajes que armasen el film. Como bien dice el título, la historia gira en torno a siete samuráis, siete figuras muy bien trabajadas individualmente y cuyas relación formal dentro de la ficción también está muy elaborada. En este sentido, tanto Kurosawa como su equipo de guionistas, se esforzaron sobremanera por dotar a cada uno de ellos de una entidad, una corporeidad humana que resultase creíble al espectador. Así uno de los puntos fuertes de la película es el rico trenzado de relaciones entre los definidos personajes, que a su vez también se vinculan con los campesinos e incluso con el malvado grupo de bandidos.

La película presenta varias singularidades. La primera de ellas se encuentra  en el propio título Los siete samuráis (shichi-nin no samurai). Siendo estrictos, cada uno de los protagonistas que aparecen en este relato realmente son lo que los japoneses calificarían como ronin, un samurái vagabundo sin señor feudal al que servir. Hombres empobrecidos y de una clase baja que prestan su talento con la espada al mejor postor. Sin embargo, como ya he mencionado, la película los reconoce como samuráis, y es que durante la toda la ficción asumen ese rol. De principio a fin van a hacer propio el sentido de la justicia de un samurái, el sentido del honor, el sentido del deber, el sentido de la entrega y la excelencia propio de dichos guerreros.

El famoso Toshiro Mifune se trató siempre del actor fetiche de Kurosawa. Especialmente en estos años  el artista atravesaba uno de los momentos más álgidos de su carrera, se encontraba en un auténtico estado de gracia. Todo esto y mucho más le llevaron a encarnar al personaje de Kikuchiyo, el protagonista de la historia. Personaje que, pese a todo el drama y gravedad que acusa la película, brota del camino para aportar el contrapunto cómico, o mejor dicho tragicómico a la escena. Él solo se encarga de insuflar a la obra esa necesaria compensación cómica. Kikuchiyo se erige como un personaje libre, cínico incluso amoral, que durante la mayor parte del film ve como sus compañeros le rechazan una y otra vez. Llama la atención como siempre se encuentra exteriorizando sus emociones y haciendo aspavientos además de mostrarse especialmente crítico con los campesinos. En este sentido se llega incluso a recuperar la figura clásica del bufón, literalmente tomada de Shakespeare, que Kurosawa volverá a retomar y a trabajar más específicamente en Ran (1985). Todo esto se encarga también de que los personajes principales adquieran una necesaria templanza. Templanza capaz de humanizar la gravedad de la situación y de dotar de un aire más jocoso y más próximo a la cotidianeidad real.

Como bien he dicho anteriormente, pese a que los personajes principales no podrían considerarse oficialmente como samuráis sí que asumen dicho rol durante film. De igual modo los indefensos campesinos asumen virtualmente el papel de poderoso señor feudal que da cobijo y ofrece parte de sus beneficios a sus guerreros. Kurosawa se encarga aquí de realizar una radiografía muy curiosa de la figura del campesino. No se trata de personajes inocentes y puros que despreocupadamente labran la tierra día tras día, sino que son representados como una casta inferior. Hombres sumidos en un mundo pobre, breve, brutal, sometido a la violencia y que ha hecho de ellos personajes astutos e incluso egoístas. Hombres que sabemos han matado a otros samuráis para robarles sus armas y vestiduras, que esconden a las mujeres, ocultan sus tesoros, etc. En una una parte del film vemos como Kikuchiyo descubre todo este doble juego que llevan a cabo los campesinos y junto al resto de su equipo de guerreros se cuestiona si realmente el puñado de comida y el techo que les cobija es razón suficiente para arriesgar la vida por ellos.

Otra de los temas que durante toda la película sobrevuela la mente de los personajes protagonistas es el de la buena muerte. Una buena forma de morir es un ejemplo para los que quedan en vida, y demuestra además que nuestras actividades dejan una huella y una trascendencia profunda sobre nosotros mismos y el espacio sobre el que vivimos.

Una de las claves del éxito de los siete samuráis fueron sus llamativas escenas de batalla. Sin embargo, el primer encontronazo con los bandidos no tiene lugar hasta la primera hora y media de película, y es que durante todo ese tiempo anterior fue necesaria una cuidada presentación de los protagonistas que favoreció y encumbró dichas escenas de una manera majestuosa.  La acción es en sí una escena turbulenta, que se enfatiza también con la lluvia incesante que está teniendo lugar. Sabemos que Japón es un lugar donde sobre todo en épocas de verano acusan constantemente fuertes diluvios, pero Kurosawa hace de ellos una especie de telón dramático que aporta más violencia a la acción. La inusual luminosidad de la lluvia que se consigue en estas escenas, hace que se acabe generando una acción que, más que realista, parezca extraída de un sueño, de una realidad onírica, de una auténtica pesadilla.

Finalmente la película acaba con la victoria de los samuráis frente a los bandidos. No obstante, a través de Kanbei, el samurái sabio, se nos demuestra que una vez más los realmente derrotados en esta batalla han sido los samuráis. Ahora que la disputa ha llegado a su fin ya no hay sitio para ellos en el pueblo, su única victoria ahora es poder volver a la incertidumbre de buscar nuevos desafíos para sobrevivir.
En cuanto a sus futuras influencias, cabe citar que la trama ha sido adaptada a multitud de géneros. Muy pocos años después John Sturges estrenó Los siete magníficos (1960), cuya historia representa una similitud total, llevada al terreno del western. También se ha llevado a la ciencia ficción, en 1980 Jimmy T. Murakami rodó Los siete magníficos del espacio. E incluso fue adaptada al terreno de los dibujos animados, una de las películas más notables de la factoría Pixar llamada Bichos (John Lassester, Andrew Stanton, 1998) narra la misma acción llevada al mundo de los insectos y seres diminutos.

Desde que Kurosawa crease esta película, técnicas tales como el uso de varios cámaras para rodar simultáneamente la misma acción, ralentizados, acelerados, teleobjetivos, profundidad de campo, el uso de la música, el uso de la lluvia, etc. han sido valorados e imitados por directores de todo el mundo. Gente como Steven Spielberg, George Lucas, Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, Arthur Penn, Sam Pekinpah, Sergio Leone, etc. han reconocido el magisterio absoluto de Akira Kurosawa y de sus siete samuráis. 

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