jueves, 9 de abril de 2015

Análisis/Ensayo Yojimbo (1941, Akira Kurosawa)

Yojimbo (1941, Akira Kurosawa)



Breve Sinopsis del argumento:

“En el siglo XIX, en un Japón todavía feudal, un samurái llega a un poblado donde dos bandas de mercenarios luchan entre sí por el control de un territorio. Muy pronto, el recién llegado da muestras de ser un guerrero invencible, por lo que los jefes de las demás bandas intentan contratar sus servicios.”

He dedicado parte del proceso de investigación de este trabajo a analizar con detalle algunas de las películas de Akira Kirosawa que considero especialmente interesantes. La primera de ellas es Yojimbo, película recientemente licenciada en España por contracorrientefilms y muy difícil de encontrar hasta entonces. La obra en cuestión narra las aventuras de Sanjiro Kuwabatake, un samurái solitario, un guerrero errante, que como ya explicaré más adelante, se encuentra especialmente sometido a las fuerzas del destino.

La palabra japonesa empleada para describir dicho estado civil y social es ronin, un samurái sin un señor feudal al que servir, que presta su espada al mejor postor imponiendo la justicia o la injusticia a conveniencia. Kurosawa perfila a su protagonista como un personaje oscuro y cruel, ostensiblemente más preocupado por ocultar sus habilidades con la espada que por hacer alarde de ellas. No en vano, la preocupación por presentar al público personajes sombríos y “cicatrizados” psicológicamente fue una de las características principales que adquirió el cine japonés tras la segunda guerra mundial.

Desde la primera secuencia del film, el director nos presenta a Sanjiro como un personaje vagabundo, una criatura del camino. Podemos ver como despreocupadamente lanza un palo al aire para dirigir su rumbo según la dirección de caída del mismo. Cabe destacar que dicha acción parece tratarse de una convención característica del género de los caballeros andantes y que practicaban muchos guerreros en los antiguos cantares de gesta.

A priori todo hace pensar que Sanjiro podría encajar perfectamente como miembro del equipo de guerreros que aúnan fuerzas para proteger a un indefenso pueblo de campesinos en Los siete samuráis (1954). Y es que este tipo de personaje nómada, independiente y superviviente llegó a ser bastante recurrente en sus películas. Sin embargo, en un esfuerzo por desmarcarlo del resto, percibimos como Sanjiro se trata de un samurái mucho más amoral y cínico que los anteriores. Más que un justiciero es un aventurero del camino. Su apariencia descuidada, sucia y propia de un hombre sin recursos genera la impresión de un ser humano que no puede dedicarse a otra cosa más que a enfrentarse a las adversidades que le plantee el destino. Quizá por detalles como estos el protagonista de Yojimbo llegó a convertirse en uno de los personajes más reconocidos y queridos del pueblo japonés. La película se erigió como el mayor éxito económico de Kurosawa llevándole incluso a dirigir una segunda parte, Tsubaki Sanjuro (1962), excepcional película y narrada con un frescor innato, además de tratarse de una de las obras que mejor ha envejecido.

Yojimbo se trata de una película perteneciente al género Chanbara (contracciones de las onomatopeyas “chanchan” y “barabara”, correspondientes a los sonidos de las espadas al chocar y de la carne al ser cortada respectivamente) y a su vez, al subgénero de las Jidaigeki (Drama de época japonés), historias y conflictos entre guerreros y bandidos. Podríamos establecer la equivalencia de dicho subgénero  con el cine de capa y espada producido en occidente. Ya que ahora no me interesa ahora continuar escribiendo sobre el chanbara aparcaré el tema para una futura ocasión. En cambio, sí que me interesa explicar como de alguna forma Kurosawa presenta un western llevado al mundo de los samuráis. La década de los sesenta fue escenario de la  producción de un sinfín de conocidos westerns. Y precisamente Yojimbo se alzó como principal referencia para muchos de ellos. Conocido es el caso del reconocido director Sergio Leone, quien sin ningún tipo de pudor plagió el argumento de la película en la primera parte de la famosa Triología del hombre sin nombre, Por un puñado de Dólares (1964). Incluso el personaje de Clint Eastwood se erigía con un calco descarado del propio Sanjiro Kuwabatake. Y cuya partitura fue compuesta por el aclamado Ennio Morricone (famoso por las bandas sonoras de ilustres spaghetti westerns como La muerte tenía un precio (1965) o El bueno, el feo y el malo (1966)) sobre la original compuesta por Minoru Sato para Yojimbo.

Tan evidente era la similitud que el propio Kurosawa presentó una denuncia que le llevó a obtener el quince por ciento de la recaudación mundial de dicha película y que además le sirvió para engrandecer su figura a nivel mundial.

Volviendo de nuevo al personaje de Sanjiro, podemos observar cómo se trata de una persona que afronta los últimos años de vida del bushido. Esto mismo también sucede en la famosa película El último samurái (2003) dirigida por Edward Zwick y protagonizada por Tom Cruise. Dicho film es interesante porque todavía nos permite seguir estableciendo algunas correlaciones. Por ejemplo, el miedo de Japón por abrir sus puertas al mundo. En Yojimbo nos damos cuenta de que el elemento más terrible y mortífero de la película es una pistola procedente del exterior. Japón es un alma pura cuya la maldad solo puede venir desde extranjero. Y como no podía ser de otra forma el portador es un  personaje corrompido, un traidor, un bastardo que amenaza con destruir la seguridad y el bienestar del pueblo nipón.
Una de las características que personalmente considero más interesantes del personaje protagonista  es su increíble talento para resolver conflictos y, muy a su pesar, de devolver la justicia a su lugar de origen. Aunque Sanjiro únicamente se ocupa de realizar su trabajo de la mejor manera posible, claramente vemos cómo se irrita cada vez que alguien le da las gracias por ello. Le disgusta verse reconocido. Él no desea ayudar a nadie, sencillamente cumple con su trabajo. Es un personaje solitario, oscuro y cruel.
Yojimbo además fue un film capaz de predecir lo que iba a suceder en el futuro. Kurosawa se anticipa holgadamente a películas como Kill Bill, donde también se muestra a un diestro espadachín, capaz de predecir las acometidas de sus adversarios y salir siempre victorioso, incluso batiéndose contra decenas de enemigos. Tarantino, al igual que muchos otros, no hace sino volver a jugar con la idea de el personaje oscuro, sombrío y cínico de Kurosawa.

Y para concluir, citar otra de las mejores escenas de la película. Cuando el protagonista se sube a lo alto de un campanario para visualizar el enfrentamiento entre los dos bandos confrontados por contratar sus servicios. El personaje se dispone como una especie de dios que contempla la acción, así como un deus ex machina, o un demiurgo que deja que los dos bandos se destruyan entre sí para actuar en favor de aquel que mejor beneficiado resulte de la acción. Y es que el film cuenta con una increíble dirección de fotografía a manos de Kazuo Miyagawa. Famoso director que ya anteriormente trabajó con el maestro Kurosawa en Rashomon (1950).



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