Breve Sinopsis del argumento:
“En el siglo XIX, en un Japón todavía feudal, un
samurái llega a un poblado donde dos bandas de mercenarios luchan entre sí por
el control de un territorio. Muy pronto, el recién llegado da muestras de ser
un guerrero invencible, por lo que los jefes de las demás bandas intentan
contratar sus servicios.”
He dedicado parte del proceso de
investigación de este trabajo a analizar con detalle algunas de las películas de
Akira Kirosawa que considero especialmente interesantes. La primera de ellas es
Yojimbo, película recientemente licenciada en España por contracorrientefilms y
muy difícil de encontrar hasta entonces. La obra en cuestión narra las
aventuras de Sanjiro Kuwabatake, un samurái solitario, un guerrero errante, que
como ya explicaré más adelante, se encuentra especialmente sometido a las
fuerzas del destino.
La palabra japonesa empleada para
describir dicho estado civil y social es ronin,
un samurái sin un señor feudal al que servir, que presta su espada al mejor
postor imponiendo la justicia o la injusticia a conveniencia. Kurosawa perfila
a su protagonista como un personaje oscuro y cruel, ostensiblemente más
preocupado por ocultar sus habilidades con la espada que por hacer alarde de
ellas. No en vano, la preocupación por presentar al público personajes sombríos
y “cicatrizados” psicológicamente fue una de las características principales
que adquirió el cine japonés tras la segunda guerra mundial.
Desde la primera secuencia del film,
el director nos presenta a Sanjiro como un personaje vagabundo, una criatura
del camino. Podemos ver como despreocupadamente lanza un palo al aire para
dirigir su rumbo según la dirección de caída del mismo. Cabe destacar que dicha
acción parece tratarse de una convención característica del género de los
caballeros andantes y que practicaban muchos guerreros en los antiguos cantares
de gesta.
A priori todo hace pensar que Sanjiro
podría encajar perfectamente como miembro del equipo de guerreros que aúnan
fuerzas para proteger a un indefenso pueblo de campesinos en Los siete samuráis (1954). Y es que este
tipo de personaje nómada, independiente y superviviente llegó a ser bastante
recurrente en sus películas. Sin embargo, en un esfuerzo por desmarcarlo del
resto, percibimos como Sanjiro se trata de un samurái mucho más amoral y cínico
que los anteriores. Más que un justiciero es un aventurero del camino. Su
apariencia descuidada, sucia y propia de un hombre sin recursos genera la
impresión de un ser humano que no puede dedicarse a otra cosa más que a enfrentarse
a las adversidades que le plantee el destino. Quizá por detalles como estos el
protagonista de Yojimbo llegó a convertirse en uno de los personajes más reconocidos
y queridos del pueblo japonés. La película se erigió como el mayor éxito
económico de Kurosawa llevándole incluso a dirigir una segunda parte, Tsubaki
Sanjuro (1962), excepcional película y narrada con un frescor innato, además de
tratarse de una de las obras que mejor ha envejecido.
Yojimbo se
trata de una película perteneciente al género Chanbara (contracciones de las
onomatopeyas “chanchan” y “barabara”, correspondientes a los sonidos de las
espadas al chocar y de la carne al ser cortada respectivamente) y a su vez, al subgénero
de las Jidaigeki (Drama de época japonés), historias y conflictos entre
guerreros y bandidos. Podríamos establecer la equivalencia de dicho subgénero con el cine de capa y espada producido en
occidente. Ya que ahora no me interesa ahora continuar escribiendo sobre el
chanbara aparcaré el tema para una futura ocasión. En cambio, sí que me interesa
explicar como de alguna forma Kurosawa presenta un western llevado al mundo de
los samuráis. La década de los sesenta fue escenario de la producción de un sinfín de conocidos
westerns. Y precisamente Yojimbo se alzó como principal referencia para muchos
de ellos. Conocido es el caso del reconocido director Sergio Leone, quien sin
ningún tipo de pudor plagió el argumento de la película en la primera parte de
la famosa Triología del hombre sin nombre,
Por un puñado de Dólares (1964). Incluso
el personaje de Clint Eastwood se erigía con un calco descarado del propio
Sanjiro Kuwabatake. Y cuya partitura fue compuesta por el aclamado Ennio
Morricone (famoso por las bandas sonoras de ilustres spaghetti westerns como La muerte tenía un precio (1965) o El bueno, el feo y el malo (1966)) sobre
la original compuesta por Minoru Sato para Yojimbo.
Tan evidente era la similitud que el
propio Kurosawa presentó una denuncia que le llevó a obtener el quince por
ciento de la recaudación mundial de dicha película y que además le sirvió para
engrandecer su figura a nivel mundial.
Volviendo de nuevo al personaje de
Sanjiro, podemos observar cómo se trata de una persona que afronta los últimos
años de vida del bushido. Esto mismo también sucede en la famosa película El último samurái (2003) dirigida por Edward
Zwick y protagonizada por Tom Cruise. Dicho film es interesante porque todavía
nos permite seguir estableciendo algunas correlaciones. Por ejemplo, el miedo
de Japón por abrir sus puertas al mundo. En Yojimbo
nos damos cuenta de que el elemento más terrible y mortífero de la película
es una pistola procedente del exterior. Japón es un alma pura cuya la maldad
solo puede venir desde extranjero. Y como no podía ser de otra forma el
portador es un personaje corrompido, un
traidor, un bastardo que amenaza con destruir la seguridad y el bienestar del
pueblo nipón.
Una de las características que
personalmente considero más interesantes del personaje protagonista es su increíble talento para resolver
conflictos y, muy a su pesar, de devolver la justicia a su lugar de origen.
Aunque Sanjiro únicamente se ocupa de realizar su trabajo de la mejor manera
posible, claramente vemos cómo se irrita cada vez que alguien le da las gracias
por ello. Le disgusta verse reconocido. Él no desea ayudar a nadie,
sencillamente cumple con su trabajo. Es un personaje solitario, oscuro y cruel.
Yojimbo además
fue un film capaz de predecir lo que iba a suceder en el futuro. Kurosawa se
anticipa holgadamente a películas como Kill Bill, donde también se muestra a un
diestro espadachín, capaz de predecir las acometidas de sus adversarios y salir
siempre victorioso, incluso batiéndose contra decenas de enemigos. Tarantino,
al igual que muchos otros, no hace sino volver a jugar con la idea de el
personaje oscuro, sombrío y cínico de Kurosawa.
Y para concluir, citar otra de las
mejores escenas de la película. Cuando el protagonista se sube a lo alto de un
campanario para visualizar el enfrentamiento entre los dos bandos confrontados
por contratar sus servicios. El personaje se dispone como una especie de dios
que contempla la acción, así como un deus
ex machina, o un demiurgo que
deja que los dos bandos se destruyan entre sí para actuar en favor de aquel que
mejor beneficiado resulte de la acción. Y es que el film cuenta con una increíble
dirección de fotografía a manos de Kazuo Miyagawa. Famoso director que ya
anteriormente trabajó con el maestro Kurosawa en Rashomon (1950).
yojimbo es del año 1961
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