Ran (1985, Akira
Kurosawa)
Breve sinópsis:
“El gran señor Hidetora Ichimonji siente que ya tiene la suficiente
edad como para ceder su trono y parte de sus posesiones a sus tres hijos, Taro,
Jiro y Saburo. A partir de este momento
lo único que desea es vivir como un honorable invitado en los castillos de cada
uno de sus vástagos, a quienes pretende visitar uno a uno. Mientras los dos
hijos mayores celebran la decisión paterna, el más joven intenta advertir del
peligro que supondrá repartir el poder para la unión de sus tierras en el
futuro, y su actitud empuja a su padre a repudiarlo. Sin embargo, al final las
palabras del hijo más joven se hacen realidad, cuando los dos hijos mayores
intentan robarle a su padre todas sus pertenencias, para luego acabar con él.
En adelante, el Gran Señor sufre un gran deterioro psíquico que casi le conduce
a la locura y que hace que su hijo más joven intervenga en su favor,
demostrándole de ese modo su lealtad…”
Akira Kurosawa llevaba muchos años intentado realizar Ran, desgraciadamente su país había caído
en desgracia y la mala fortuna le acompañaba tras el fracaso en taquilla de Dodeskaden (1970, Akira Kurosawa), la primera película a color del director
que narraba las desventuras de un grupo de vecinos de los barrios bajos de Tokio, que usan
la imaginación para enfrentarse al desolador panorama de miseria y alcoholismo
en el que viven. Ni siquiera la popularidad de El cazador (Dersu Uzala, 1975, Akira Kurosawa) consiguió que los
productores japoneses quisieran invertir dinero en sus proyectos. De igual
modo, el elevado nivel de majestuosidad y espectacularidad que terminaba por
exigir conllevaba consigo elevados costes de producción. Sin ir más lejos, en Ran fue necesaria la construcción de un
castillo clásico japonés para rodaje de una única escena en la que debía
consumirse a cenizas. El hecho de que otro de sus films, Kagemusha (1980, Akira Kurosawa) resultó no alcanzar todo el éxito
esperado pese a la colaboración con Francis Ford Coppola y George Lucas, le complicó
aún más el camino para desarrollar Ran. Y
es que, tras la producción de este ansiado film, sería Steven Spielberg quien le
ayudaría a realizar Los sueños (1990,
Akira Kurosawa), antes de volver a presupuestos más modestos, que sin
embargo no le impidieron rodar películas como Rapsodia de agosto (1991, Akira Kurosawa), para la que contó con un
cameo del actor Richard Gere.
El
cineasta japonés tenía setenta y tres años justo cuando se disponía a dirigir Ran, y ya era mucho más popular en
Europa que en Asia, quizás sea eso lo que explique que casi todas sus últimas
películas fuesen coproducciones apoyadas por capital extranjero. Para realizar Ran, necesitó el apoyo de Serge
Silberman, el productor de casi todas las películas de la etapa francesa de
Luis Buñuel. Y el resultado fue, según confesión del propio director japonés,
el mayor triunfo artístico de su
carrera, su obra cumbre.
Si
en Trono de Sangre vimos como
Kurosawa jugaba con la relación de fugacidad propia del teatro Noh, en Ran pidió a los actores que, para
desplegar los complejos lazos familiares que acontecen en el film, ofreciesen
interpretaciones poco naturales que se ajustaran en mayor medida a las técnicas
propias del teatro Kabuki. Un teatro que resulta mucho menos dramático de forma
inmediata pero mucho más doloroso cuando una escena se carga de dramatismo. No
obstante, la película está llena de la grandeza que caracteriza los trabajos de
William Shakespeare, en los que los personajes nunca son simples estereotipos y
siempre desvelan profundas contradicciones.
Resulta
evidente que si la película de Kurosawa está hecha, sino para ser una obra
maestra incontestable, al menos para llevar impresas las señas de una obra
maestra. El derroche a lo largo de su montaje es obvio, apreciamos como los
elementos ornamentales han sido elegidos con primor: la luz, los colores, y la proporción
son irreprochables; los movimientos
recuerdan una brillante coreografía; los ecos Shakesperianos de la historia;
entre los intérpretes hay grandes estrellas del cine japonés (Tatsuya Nakadai,
Akira Terao, Yoshiko Miyazaki, etc.); la abrumadora espectacularidad durante
las batallas… Un sinfín de detalles que no hacen sino encumbrar en lo más alto
una de las producciones más sobresalientes de la historias del cine.
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