domingo, 12 de abril de 2015

Ran

Ran (1985, Akira Kurosawa)


Breve sinópsis:

“El gran señor Hidetora Ichimonji siente que ya tiene la suficiente edad como para ceder su trono y parte de sus posesiones a sus tres hijos, Taro, Jiro y Saburo.  A partir de este momento lo único que desea es vivir como un honorable invitado en los castillos de cada uno de sus vástagos, a quienes pretende visitar uno a uno. Mientras los dos hijos mayores celebran la decisión paterna, el más joven intenta advertir del peligro que supondrá repartir el poder para la unión de sus tierras en el futuro, y su actitud empuja a su padre a repudiarlo. Sin embargo, al final las palabras del hijo más joven se hacen realidad, cuando los dos hijos mayores intentan robarle a su padre todas sus pertenencias, para luego acabar con él. En adelante, el Gran Señor sufre un gran deterioro psíquico que casi le conduce a la locura y que hace que su hijo más joven intervenga en su favor, demostrándole de ese modo su lealtad…”

Akira Kurosawa llevaba muchos años intentado realizar Ran, desgraciadamente su país había caído en desgracia y la mala fortuna le acompañaba tras el fracaso en taquilla de Dodeskaden (1970, Akira Kurosawa), la primera película a color del director que narraba las desventuras de un grupo de vecinos de los barrios bajos de Tokio, que usan la imaginación para enfrentarse al desolador panorama de miseria y alcoholismo en el que viven. Ni siquiera la popularidad de El cazador (Dersu Uzala, 1975, Akira Kurosawa) consiguió que los productores japoneses quisieran invertir dinero en sus proyectos. De igual modo, el elevado nivel de majestuosidad y espectacularidad que terminaba por exigir conllevaba consigo elevados costes de producción. Sin ir más lejos, en Ran fue necesaria la construcción de un castillo clásico japonés para rodaje de una única escena en la que debía consumirse a cenizas. El hecho de que otro de sus films, Kagemusha (1980, Akira Kurosawa) resultó no alcanzar todo el éxito esperado pese a la colaboración con Francis Ford Coppola y George Lucas, le complicó aún más el camino para desarrollar Ran. Y es que, tras la producción de este ansiado film, sería Steven Spielberg quien le ayudaría a realizar Los sueños (1990, Akira Kurosawa), antes de volver a presupuestos más modestos, que sin embargo no le impidieron rodar películas como Rapsodia de agosto (1991, Akira Kurosawa), para la que contó con un cameo del actor Richard Gere.

El cineasta japonés tenía setenta y tres años justo cuando se disponía a dirigir Ran, y ya era mucho más popular en Europa que en Asia, quizás sea eso lo que explique que casi todas sus últimas películas fuesen coproducciones apoyadas por capital extranjero. Para realizar Ran, necesitó el apoyo de Serge Silberman, el productor de casi todas las películas de la etapa francesa de Luis Buñuel. Y el resultado fue, según confesión del propio director japonés, el  mayor triunfo artístico de su carrera, su obra cumbre.

Si en Trono de Sangre vimos como Kurosawa jugaba con la relación de fugacidad propia del teatro Noh, en Ran pidió a los actores que, para desplegar los complejos lazos familiares que acontecen en el film, ofreciesen interpretaciones poco naturales que se ajustaran en mayor medida a las técnicas propias del teatro Kabuki. Un teatro que resulta mucho menos dramático de forma inmediata pero mucho más doloroso cuando una escena se carga de dramatismo. No obstante, la película está llena de la grandeza que caracteriza los trabajos de William Shakespeare, en los que los personajes nunca son simples estereotipos y siempre desvelan profundas contradicciones.


Resulta evidente que si la película de Kurosawa está hecha, sino para ser una obra maestra incontestable, al menos para llevar impresas las señas de una obra maestra. El derroche a lo largo de su montaje es obvio, apreciamos como los elementos ornamentales han sido elegidos con primor: la luz, los colores, y la proporción son irreprochables;  los movimientos recuerdan una brillante coreografía; los ecos Shakesperianos de la historia; entre los intérpretes hay grandes estrellas del cine japonés (Tatsuya Nakadai, Akira Terao, Yoshiko Miyazaki, etc.); la abrumadora espectacularidad durante las batallas… Un sinfín de detalles que no hacen sino encumbrar en lo más alto una de las producciones más sobresalientes de la historias del cine.


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